(foto: Michael Weintrob)
Por Joan Anton Cararach
Resistió a su enfermedad siempre con una sonrisa, pero anteayer se nos fue el contrabajista Charles Flores, nombre asociado desde hace una década al trío de Michel Camilo, con el que ganó un Grammy en el 2004 por el disco Live At The Blue Note (Telarc), en un trío que completaba otro músico cubano, Horacio El Negro Hernández.
Elegante, amable, educadísimo, tratar con Flores era siempre tratar con alguien que se desvivía para que todos a su alrededor (acaso traslación de su papel como contrabajista) se sintieran iluminados, distintos. Su currículo lo vinculaba, de hecho, a la realeza de la música cubana: empezó su carrera al lado del vocalista Bobby Carcassés, y allí lo descubrió uno de los pianistas cubanos más influyentes (y desconocidos para el gran público), Emiliano Salvador, con quien estuvo tres años como miembro de su cuarteto. Afro-Cuba fue su siguiente peldaño, y poco después se unió a otra de las formaciones capitales de la música cubana, el grupo del cantante Issac Delgado.
Activo siempre, no era extraño verle tocar en Nueva York con las nuevas generaciones de la música cubana establecidas en la capital del jazz, del batería Dafnis Prieto al pianista Manuel Valera pasando por el saxofonista Yosvany Terry.
Con Michel Camilo y Giovanni Hidalgo grabó Mano a Mano (Universal, 2011), un disco en el que una foto incluida en el libreto se convierte en una declaración de intenciones: tres manos caribeñas de distintos orígenes unidas en un único propósito, servir a la música, dejar a las audiencias en sus directos con la sensación de que están oyendo algo mágico e irrepetible.
A causa de su enfermedad, Flores no pudo participar en muchos de los conciertos de la gira Mano a Mano. Pero Michel Camilo siempre le guardó su puesto: así fue cómo, el pasado noviembre, el contrabajista regresó a Barcelona con Camilo e Hidalgo. Fue su último concierto con nosotros. Lo vamos a recordar siempre.
Adiós, Charles. Gracias por todo lo que nos diste.