«Hoy en día hay muchas obras o autores con los que se da una extraña unanimidad ensalzadora, y esa es sin duda una de las razones por las que la crítica cuenta tan poco y a la mayoría le trae sin cuidado. Desde que tengo memoria, nunca había sido mayor su descrédito. Es un género que siempre me ha interesado, y como soy más lector que escritor, y además espectador sin mezcla, la sigo leyendo bastante, aunque con crecientes pereza y hastío. Lo que me sucede con ella es preocupante, probablemente más para mí que para quienes la ejercen: cuando se produce una de esas frecuentes unanimidades elogiosas, suelo acabar acudiendo al libro o a la película entronizados, y casi invariablemente me encuentro con que las supuestas obras maestras me parecen directa y objetivamente malas. Con "objetivamente" quiero decir que me siento capaz de explicar por qué lo son, de razonarlo y argumentarlo. "El gusto es la anticipación del juicio", escribió Sánchez Ferlosio, y a un crítico se le solía exigir que no se quedara en el gusto -que está al alcance de cualquiera- y que desarrollara el juicio. Demasiados reseñadores no pasan hoy de lo primero, se comportan como cualquier espectador a la salida del cine ("No me toca, no me ha llegado") o como cualquier lector común al cerrar el volumen ("Qué apasionante", o "Vaya rollo"). O como cualquier iletrado bloguero, a los que los críticos profesionales se van asemejando peligrosamente. Lo peor de estas unanimidades es que crean un estado de opinión poco menos que "obligatorio", y que el disidente es sepultado en el acto bajo la acusación de resentido, o de provocador oficial, o de envidioso. Afinar está casi prohibido, cuando la tarea del crítico sería esa precisamente, afinar lo más posible.»
Poco más cabe añadir, salvo la recomendación de leerse el artículo completo, publicado hoy en El País Semanal.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada