26 de novembre, 2008

Lambchop, sentido y sensibilidad


No es de extrañar que muchos puristas se echen las manos a la cabeza ante la presencia de una banda como Lambchop, adalid del sonido americana y el alt-country, en el 40 Voll-Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona. Aunque si tenemos en cuenta que también lo hicieron en el pasado, por citar un par de clamorosos ejemplos, frente al revolucionario fuego cruzado de Miles Davis o el demoledor ataque free de Ornette Coleman, llegamos a la conclusión de que dicho alarmismo está muchas veces injustificado y carece de auténtica sensibilidad musical (además de que parece que muchos no se han dado cuenta todavía del espíritu que alimenta el ciclo Finestres incluido en el festival).

La calidad de una propuesta no puede en ningún caso medirse por su vinculación a un determinado género y el lunes por la noche, en el Palau de la Música Catalana, Kurt Wagner y su joven banda cooperativa brindaron un concierto memorable que trascendió etiquetas para adentrarse en los terrenos de la emoción pura. Con él concluían la gira europea de presentación de su décimo álbum, OH (Ohio), una obra mayor de orfebrería sonora que halló en Barcelona uno de los mejores marcos posibles para su plasmación en directo. Un sonido de ensueño, cristalino y evocador, bendijo todo el concierto dotándolo de la magia necesaria para conmover pieza tras pieza, transpirando el aroma de las grandes ocasiones y obteniendo el máximo respeto por parte de una audiencia que no osaba interrumpir tan magnífico espectáculo ni con sus propios aplausos.

Wagner se mostró muy agradecido por haber sido partícipe de un festival de esta magnitud, en una sala histórica que algunos de sus muchachos sólo habían visitado como turistas y que él descubría para regocijo de todos los presentes ("ha sido un sueño hecho realidad", nos confesó el pianista Tony Crow). Al final sólo se echó en falta alguna canción más, un ejercicio de cierta tacañería nada gratuito: tras el concierto, Wagner confesó que de esta forma la gente se quedaría con ganas de repetir en el futuro. Esperemos volver a ver por estos lares al secreto mejor guardado de Nashville. Una ventana abierta generosamente por un festival de jazz que no es como los otros.